por: MARCO ANTONIO VALENCIA
Una elección política trae consigo la esperanza de un cambio institucional y social. Para ganar las elecciones los políticos desgranaron sus mejores argumentos y prometieron no seguir arruinándoos los días con los desastres de sus antecesores y por creer en ello, los compañamos en sus aspiraciones y hemos dado nuestro voto (de confianza).
Las elecciones encarnan la cuota inicial de algunos cambios en la manera de hacer las cosas dentro del Estado, y por ello nos hacen presagiar mejores días para todos los ciudadanos en aspectos de educación, salud, cultura, empleo, vivienda, ecología… además de un bienestar social que nos acerca más a la felicidad, que es en últimas el mejor propósito de la vida.
Hemos elegido a los que creemos capaces de gobernar el presente con visión de futuro, a hombres locales con pensamientos universales; a personas que como nosotros, saben de la necesidad de derrotar la esclavitud en todas sus manifestaciones, a líderes que van a luchar
contra la desigualdad que nos arruina y las injusticias de un Estado que –tradicionalmente- en vez de facilitar las cosas a la gente, le complica la existencia.
Con la llegada de nuevos mandatarios al poder local y regional, renace la esperanza de tener mejores políticas para combatir el hambre, el desempleo y la pobreza que nos agobiaban por la falta de creación de oportunidades. A ver si ahora por fin comienzan los días de gobiernos más prácticos y capaces de trabajar en pro de los barrios pobres, allí donde todavía no hay servicios públicos, ni fuentes de empleo y donde imperan las leyes de las pandillas que han logrado desterrar la ley y la justicia del Estado.
Con los políticos elegidos (que en las últimas semanas visitaron nuestros hogares, barrios y veredas), renace la idea de tener dirigentes más sensibles y pro-activos en el campo educación frente a los desastres ecológicos, el deshielo de los polos, el calentamiento global; así como gobernantes capaces de intervenir para eliminar los traumas de salubridad que nos impone la modernidad con pandemias como el Sida y los cánceres de todo tipo; pero sobre todo, gobernantes capaces de resolver los líos de la ineficiencia de las empresas de salud con sus servicios precarios, limitados y desobligantes.
El miedo, el vacío y la desesperanza que por muchos días y noches nos acorralaban, se esvanecen un poco en la certidumbre de saber que ahora vamos a ser gobernados por gente más comprometida, capaz y conocedora de nuestros problemas sociales más urgentes.
Con la llegada de nuevos mandatarios al poder, uno cree firmemente que llegan personas conectadas con las necesidades del pueblo y con las soluciones más audaces para permitirnos un futuro más tranquilo socialmente, y más feliz individualmente.
No han sido campañas fáciles ni baratas ni lejanas de complicadas negociaciones, de desgaste físico e intelectual, de incertidumbres y luchas insospechadas, pero han ganado; y ahora, por el efecto dominó de la democracia, representan a toda la comunidad, y por eso, sin palabrería, de verdad soñamos con mandatarios que gobiernen con todos y para todos.
lunes, 5 de noviembre de 2007
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